domingo, 27 de noviembre de 2011

Insomnio

No quiero dormir. De verdad que no quiero irme a dormir; porque eso significaría que ha acabado, significaría que este fin de semana ha acabado.

Y pensaréis, ¿Qué ha podido ocurrir este fin de semana que haga de él algo tan especial como para no querer dormir? Si soy sincero, yo tampoco lo tengo muy claro, solo sé una cosa: que no quiero dormir. Hoy no.

Y tampoco es que tenga mucho sentido, ni sea coherente ni nada por el estilo, simplemente es eso: que no quiero dormir.

¿Y puede que haya sido lo feliz que me sentí ayer por personas muy importantes para mí? Puede ser.

¿Y puede ser que me quiera quedar esta noche conmigo, sumergiéndome en el vasto e intrincado mundo que es mi mente? También puede ser.

Pero eso rige la naturaleza, ¿no? Tomar continuamente decisiones; decisiones que nos van configurando, a partir de la incertidumbre más absoluta.

Y solo tengo una cosa clara esta noche, una cosa que está escrita allá donde poso la mirada: Hoy no quiero dormir.

Sentidos

Viendo un bonito paisaje, oliendo algún perfume o escuchando alguna pieza musical, pocas veces uno cae en la cuenta de por qué puede hacer todo eso; nos parece algo tan intrínseco a nosotros mismos que no nos lo llegamos a plantear nunca.

Hay momentos en los que me quedo embelesado admirando los objetos más sencillos, por el simple hecho de poder mirar; o me quedo tumbado en la cama disfrutando del tacto del colchón sobre mi espalda, maravillado por el simple hecho de poder sentir.

Y lo mismo se podría decir de los otros tres, pero dado que la gente a diario los "utiliza" menos, cuando se disfruta con ellos es más perceptible.

Con todo, queridos lectores, os aconsejo que, si alguna vez tenéis algún momentito libre, os entreguéis a vuestros sentidos y disfrutéis de la simple (y tan compleja) capacidad del mundo de maravillaros, ya que es más fácil y satisfactorio que leer las elucubraciones de un loco.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Sin rumbo fijo

Hay veces en las que me gustaría vivir en cualquier otro lugar, y tiempo.

Me gustaría llevar camisas de hilo y pantalones remangados, y vivir en un barco de vela en alta mar...
Me gustaría vivir en una época en la que las cosas se obtuviesen con el sudor de la frente y no con unos pocos billetes, donde la gente se divirtiese disfrutando del campo, no enfrente de una televisión y donde para ser feliz uno sólo tuviese que comer y dormir.
Otras veces me gustaría vivir en algún templo perdido en la cordillera tibetana, aprendiéndome a mí mismo, descubriendo cada una de las partículas de mi propio cuerpo.
También me gustaría vivir en algún pueblecito indómito en medio de la Toscana, pudiendo caminar entre viñedos sin importarme los problemas de la sociedad.
Me gustaría vivir EN la naturaleza; CON la naturaleza, disfrutando cada segundo de la brisa marina, de los suaves prados, de la fresca nieve o de los mágicos atardeceres.

lunes, 14 de noviembre de 2011

De libros y letras (amante veleidoso)

Para quien ha sido bendecido con el don de LEER, cada libro es una oportunidad única de vivir en un mundo totalmente distinto al nuestro y tan parecido, que podemos llegar a entremezclarlos viviendo así una vida maravillosa...

LEER es un amante caprichoso que te exige mucho, y mucho es lo que te da a cambio. Es una cita con gente que no conoces, que acabas de conocer, que conoces y que conocerás...
La pasión con la que un libro puede enganchar a alguien entre sus redes se puede compara a la loca devoción de dos enamorados.
Pese a todo, como he dicho antes, LEER es como el viento veleidoso: viene y va. Puedes tener entre tus manos toda una historia finamente entretejida y a la noche siguiente solo un puñado de letras impresas. Y es que en eso consiste LEER. LEER es, en sí, ser capaz de vivir; de vivir vidas que no son la tuya y sí lo son, de odiar a gente que no existe y sí existe. De llorarle a un montón de papel y de reírle al silencio de tu cuarto de madrugada.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Estrellas

"Inmensidad", "infinitud", "eternidad". Conceptos tan grandes que jamás podrán ser concebidos por la mente humana y, sin embargo, cuando uno ve las estrellas, no piensa en otra cosa...
Las Estrellas. Pequeños luceros perdido en un mar de oscuridad que guían al viajero, que iluminan a los enamorados las noches que la Luna no quiere salir.
Las Estrellas. Luciérnagas perdidas en la inmensidad del todo, de la nada, que no muestran sino la naturaleza en su estado más salvaje e indómito.
Las Estrellas. Las almas de la gente a la que una vez quisimos, que velan por nosotros y nos deleitan con su suave iluminar.
Las Estrellas. Indicios de lo pequeña y frágil que es la vida.
Las Estrellas. Razones para amar; para amar la creación. Razones para levantarse por la mañana. Razones para creer en los milagros; para creer que la vida en sí es un hecho milagroso.
Las Estrellas. Tantas cosas y simplemente, estrellas.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Otoño

Frío en las puntas de los dedos. Días grises y si hay suerte, ligeramente lluviosos. El suave ronroneo de unas hojas lamidas por el viento cuya gama de colores va del rojo intenso al amarillo, pasando por el ocre y el miel. El silencio perteneciente al piar de unos pájaros que han enmudecido. OTOÑO.
Caminar con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, ver caer en un caótico baile las hojas, ya fenecidas.
Salir por la mañana y ver que no ha amanecido.
Castañas asadas, mazorcas de maíz, mantas en el salón y sonrisas al dormir, mientras el granizo te arrulla y te canta una nana al oído.
Es tiempo de cambio, de que la exuberante vegetación envejezca, muera, para poder renacer algún día.
Es tiempo de disfrutar, de darse cuenta de lo efímera que es la vida, de aprovechar las oportunidades.
Es tiempo de pasear, de pensar, de reflexionar.
El otoño es tiempo para ti.