No quiero dormir. De verdad que no quiero irme a dormir; porque eso significaría que ha acabado, significaría que este fin de semana ha acabado.
Y pensaréis, ¿Qué ha podido ocurrir este fin de semana que haga de él algo tan especial como para no querer dormir? Si soy sincero, yo tampoco lo tengo muy claro, solo sé una cosa: que no quiero dormir. Hoy no.
Y tampoco es que tenga mucho sentido, ni sea coherente ni nada por el estilo, simplemente es eso: que no quiero dormir.
¿Y puede que haya sido lo feliz que me sentí ayer por personas muy importantes para mí? Puede ser.
¿Y puede ser que me quiera quedar esta noche conmigo, sumergiéndome en el vasto e intrincado mundo que es mi mente? También puede ser.
Pero eso rige la naturaleza, ¿no? Tomar continuamente decisiones; decisiones que nos van configurando, a partir de la incertidumbre más absoluta.
Y solo tengo una cosa clara esta noche, una cosa que está escrita allá donde poso la mirada: Hoy no quiero dormir.