jueves, 4 de marzo de 2010

FIN DE LA TEMPORADA

Bueno, esta temporada acabó... hasta pronto!!

pero no os preocupeis los que me leáis, volvere dentro de poco

miércoles, 24 de febrero de 2010

El espejo 3

Pablo estuvo una semana pensando en lo que había pasado en la vieja mansión largo y tendido. Al octavo día, Pablo volvió a la mansión. Saltó la valla sin problemas, ya que en estos cuatro años había adelgazado mucho y estaba incluso fuerte. Entró por la puerta, que había reparado. De hecho, durante sus largas visitas había ido limpiando la mansión poco a poco, había puesto de nuevo la puerta, había limpiado los cristales, había barrido, y ahora la mansión no estaba nada mal. Subió las escaleras que tan bien conocía y llegó a la sala del espejo. Por primera vez desde que llegó a esa sala, se fijó en los libros. Había algo diferente en ellos, pero no alcanzaba a adivinar que era. Se pasó por las paredes, cubiertas de libros y fue ojeando los que tenía al alcance de su vista uno a uno. Pero hubo uno que le llamó la atención de manera especial. Era el libro de Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, el malleus malificarum, el martillo de las brujas, ese libro del que Pablo había oído tanto hablar. Era un ejemplar que parecía en perfectas condiciones. Fue a cojerlo y, justo cuando tenía la mitad fuera, el libro se atascó. "¿Atascado?" pensó Pablo. "¿Cómo puede estar un libro atascado?". Empezó a tirar de él y, de pronto, sonó el mismo ruido que el de los cristales al romperse que produjo el anciano al chocar con el cristal, pero más amortiguado, como si viniera de detrás de la pared. Sin previo aviso, Pablo se encontró dando vueltas, y cuando se recobró del mareo, se dio cuenta de que estaba atravesando la estantería.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El espejo. 2

Así que cumplió su juramento durante cuatro largos años. Cada día, después del colegio, todos los días, iba a esa mansión abandonada donde se encontraba aquel misterioso espejo. Lo observaba durante horas, y cada vez que lo veía se fijaba en algún nuevo detalle, mejor que último, más bello e impresionante. Pero al cuarto año, cuando estaba en segundo de bachillerato, hacia mediados de invierno, llegó a la mansión y vio huellas que no eran de sus zapatos. Al llegar a la sala del espejo, como la había bautizado él, se encontró con un anciano que parecía tener más años que el universo mismo mesándose las barbas y con los ojos cerrados. Se acercó al anciano, que parecía dormido, pero cuando estaba a apenas dos centímetros, este abrió los ojos y Pablo se encontró con la oscuridad del vacío. Dos enormes bolas de color negro dirigían la vista en su dirección. Una voz cavernosa y gutural surgió de alguna parte del cuerpo del anciano:


-¡Aléjate de este espejo! Te lo advierto, no te acerques o te mataré.- El anciano, después de decir estas palabras, se desmayó; pero a los dos segundos se recobró, solo que esta vez tenía los ojos blancos como la nieve el primer día del invierno, de su boca salió una dulce voz de tono amable, como la de un niño, que le dijo:

-No le hagas caso. ¡Ayúdame! Vive el espejo y líbrame a mí y al mundo de mi hermano.- Esta vez, el anciano se puso de pie y se dirigió corriendo al espejo. Al chocar el anciano contra el espejo, se oyó el ruido del cristal al romperse, pero, para sorpresa de Pablo, el cristal estaba intacto y el anciano había desaparecido."¿Cómo habrá hecho eso?" pensó Pablo aún conmocionado. " Tenía dos pares de ojos, dos voces, y ha atravesado un cristal desapareciendo y sin romperlo. Si no lo hubiera visto no me lo creería". Pablo se acercó al espejo y, con la mano temblorosa, tocó la superficie reflejante. No pasó nada. El cristal estaba frío, pero era sólido. "¿Qué habrá querido decir el viejo ese?" pensó mientras se alejaba lo más rápido posible de aquel sitio.

Pablo se acordó al llegar a su casa; aquel día hacía cuatro años que llegó a la mansión por primera vez.

lunes, 15 de febrero de 2010

El espejo

¿Por qué Pablo había tenido que perder la apuesta? con la de gente que había participado, y va y le toca a él. Estupendo. Ahora tendría que cruzar la verja con pinchos oxidados y adentrarse en la mansión abandonada. Genial; como si lo primero no fuera ya suficiente. Con gran esfuerzo consigue pasar, ya que es "ancho de huesos". Con portantillo se acerca a la vieja puerta, la cual se había salido de sus goznes. Le da una patada, y la puerta se vence debido a que la madera está podrida por culpa de la humendad y las termitas. "Puaj" pensó Pablo cuando vió un montón de pequeños bichitos salir de entre los trozos de puerta que habían quedado desperdigados por el vestíbulo. Despacio se adentra en la lúgubre casa mientras olle los murmullos de sus amigos detrás de la verja. Afortunados. Afortunados y cobardes. A ver quién era el valiente que iba a hacer compañía a un gordo a una mansión abandonada a las ocho de la noche en pleno invierno.

Mientras avanzaba oía los crujidos del suelo al pasar sus rechonchitos pies por el, y daba un pequeño brinco cada vez que veía su propia sombra proyectada por una farola hacia la pared y el suelo de la casa. Fue subiendo las escaleras, y, a medida que avanzaba, lo hacía con más soltura, ya que iba perdiéndole el miedo a la situación. " Que estás en segundo, joder" pensaba pablo, muy convencido.

Al llegar al segundo piso, fua hasta el fondo del pasillo y abrió una puerta. Curiosamente, esta parecía en mucho mejor estado que la de fuera." Que extraño" penso Pablo ; "debe ser que aquí no hay tanta humedad". Abrió la puerta y se dispuso a entrar.

Al abrir la puerta encontró una gran sala llena de estanterías por las paredes, mas el suelo de la sala, de mármol pulido, estaba limpio y bien cuidado, y solo había un objeto en toda la sala que estuviera propiamente en el suelo; un espejo del un metro ochenta, aproximadamente, con el marco de madera color cobre adornado cuidadosamente con preciosos grabados en bajo y altorelieve. Pablo, fascinado por aquel espejo, no podía pensar en otra cosa que en las historias que narraban los relieves del marco. Se acercó cada vez más al espejo, con la esperanza de ver más historias. Dragones y princesas; príncipes y brujos; pero también enamorados imposibles, ladrones de sueños, y amistades eternas... Pablo se sintió sobre cogido por la belleza de aquellos grabados, ya que ea difícil no sentirse así viendo tan estupendas historias. Quiso quedarse allí para siempre, no dejar nunca de ver aquellas imágenes que le habían hecho viajar a mundos fantásticos, pero tenía que irse. Ya eran cerca de las diez. Aun llorando, se alejó del espejo, jurándose a sí mismo que iría allí todos los días, no sabía muy bien porque. Lo que tampoco sabía, era que estaba destinado a algo mucho más importante que ir todos los días a ver ese magnífico espejo.