Así que cumplió su juramento durante cuatro largos años. Cada día, después del colegio, todos los días, iba a esa mansión abandonada donde se encontraba aquel misterioso espejo. Lo observaba durante horas, y cada vez que lo veía se fijaba en algún nuevo detalle, mejor que último, más bello e impresionante. Pero al cuarto año, cuando estaba en segundo de bachillerato, hacia mediados de invierno, llegó a la mansión y vio huellas que no eran de sus zapatos. Al llegar a la sala del espejo, como la había bautizado él, se encontró con un anciano que parecía tener más años que el universo mismo mesándose las barbas y con los ojos cerrados. Se acercó al anciano, que parecía dormido, pero cuando estaba a apenas dos centímetros, este abrió los ojos y Pablo se encontró con la oscuridad del vacío. Dos enormes bolas de color negro dirigían la vista en su dirección. Una voz cavernosa y gutural surgió de alguna parte del cuerpo del anciano:
-¡Aléjate de este espejo! Te lo advierto, no te acerques o te mataré.- El anciano, después de decir estas palabras, se desmayó; pero a los dos segundos se recobró, solo que esta vez tenía los ojos blancos como la nieve el primer día del invierno, de su boca salió una dulce voz de tono amable, como la de un niño, que le dijo:
-No le hagas caso. ¡Ayúdame! Vive el espejo y líbrame a mí y al mundo de mi hermano.- Esta vez, el anciano se puso de pie y se dirigió corriendo al espejo. Al chocar el anciano contra el espejo, se oyó el ruido del cristal al romperse, pero, para sorpresa de Pablo, el cristal estaba intacto y el anciano había desaparecido."¿Cómo habrá hecho eso?" pensó Pablo aún conmocionado. " Tenía dos pares de ojos, dos voces, y ha atravesado un cristal desapareciendo y sin romperlo. Si no lo hubiera visto no me lo creería". Pablo se acercó al espejo y, con la mano temblorosa, tocó la superficie reflejante. No pasó nada. El cristal estaba frío, pero era sólido. "¿Qué habrá querido decir el viejo ese?" pensó mientras se alejaba lo más rápido posible de aquel sitio.
Pablo se acordó al llegar a su casa; aquel día hacía cuatro años que llegó a la mansión por primera vez.
Me guata mucho esta historia, espero que continue así. Ánimo.
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